Rigoberta
Menchú nació en San Miguel Uspantán, en el departamento de El
Quiché. Es hija de Vicente Menchú Pérez, un campesino indígena
activista en la defensa de las tierras y los derechos de su pueblo; y
Juana Tum Kótoja, indígena partera (tradición indígena pasada de
generación en generación, por lo general realizada en zonas rurales
donde no llegan los servicios médicos).
Desde
muy pequeña conoció las injusticias, la discriminación y la
explotación a la que son sometidos los indígenas de Guatemala, que
viven en la pobreza extrema. A los cinco años comenzó a trabajar en
una finca de café, en condiciones tan pésimas que fueron la causa
de la muerte de hermanos y amigos suyos, así como de la represión
de la que fue víctima su comunidad por parte de terratenientes y
miembros del ejército de Guatemala.
De
joven se involucró en las luchas reivindicativas de los pueblos
indígenas y campesinos lo que le valió persecución política y el
exilio. En 1979 se hizo miembro fundadora del CUC (Comité de Unidad
Campesina) y de la RUOG (Representación Unitaria de la Oposición
Guatemalteca), de la que formó parte de su dirección hasta 1992.
Mientras
sus hermanos optaban por unirse a la guerrilla tras la tortura y
asesinato de diversos miembros de su familia, ella inició una
campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la
sistemática violación de los derechos humanos que tenían de objeto
a los campesinos indígenas. Ella misma personificaba el sufrimiento
de su pueblo con notable dignidad e inteligencia, añadiéndole la
dimensión de denunciar la situación de la mujer indígena en
Hispanoamérica.
Para
escapar de la represión, se exilió en México, donde publicó su
autobiografía en 1983, a través de la cual su mensaje recorrió el
mundo y fue escuchada en las Naciones Unidas. En 1988 regresó a
Guatemala, protegida por su prestigio internacional, para continuar
denunciando las injusticias. En 1992 su labor fue reconocida con el
Premio Nobel de la Paz, coincidiendo con la celebración oficial del
quinto centenario del descubrimiento de América, a la que Menchú se
había opuesto por ignorar las dimensiones trágicas que aquel hecho
tuvo para los indígenas americanos.
Gran
parte de la popularidad le vino de su libro autobiográfico “Me
llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”,
escrito por Elizabeth Burgos a partir de las conversaciones entre
las dos.
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